miércoles, 4 de junio de 2014

Marimba y relojes


Alicia Estévez 
Esta es una anécdota que ya cité una vez, pero aplica para un caso reciente. Cuando una amiga y su entonces esposo decidieron poner fin a su matrimonio, el proceso discurrió en medio de la armonía y la paz. Como dos personas civilizadas, se sentaron frente a frente y, en un ambiente de respeto y comprensión, se pusieron de acuerdo en todos los temas espinosos que conlleva un divorcio. Quién se queda con el apartamento, el dinero y las deudas. Incluso, no hubo discusión sobre la guarda y custodia de la hija en común y la pensión alimenticia que le correspondía. El punto divergente, que rompió con la armonía de aquel divorcio modelo, fue un instrumento musical. 
Se trata de una marimba hecha por artesanos de la que ambos se enamoraron. Al llegar al punto de quién se quedaba con la marimba, ninguno de los dos quiso ceder. El impasse de la marimba desbarató todo lo antes acordado porque, en base a esta, fue  necesario negociar de nuevo. El que se quedara con la marimba, necesariamente, tenía  que ceder: dejar esto, lo otro o aquello. Las posiciones estaban tan radicalizadas que, si mal no recuerdo, creo que mi amiga cedió hasta el derecho a permanecer en el apartamento familiar a cambio de lo que, en la época en que la veía con frecuencia, ella ya había bautizado como “la maldita marimba”.  La historia de la marimba se la conté a una amiga que se divorció hace poco y cuyo ex esposo decidió mandar a reparar un reloj, que en una ocasión le había dado como regalo, para que lo use su nueva pareja. Ella me dice que el asunto la indignó porque le pareció  muy ordinario por parte de ambos. Aunque, la verdad, de volver a sus manos, ni se le ocurriría utilizar el objeto “reciclado”. 
Tras contarle la historia de la marimba, se rió mucho. Le pregunté si su ex esposo tiene, además del reloj, alguna otra cosa que le duela haber perdido. Respondió que no. Le sugerí que no convirtiera un objeto, del que ella obtuvo la mejor parte porque lo estrenó nuevo, en el centro de una polémica inútil que arrastre  consigo otras cosas que sí le dolería perder, como su paz.  Nada... que al final entendió que no tiene sentido pelear por una maldita marimba o por un viejo reloj. 
FURNTE: La Vida/listindiario.com
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