martes, 17 de marzo de 2015

FÁBULAS EN ALTA VOZ La ira y el alcohol se parecen

Marta Quéliz 
“Cuando el ron entra, la verdad sale, y cuando la ira sale...”. Desde mi punto de vista existe un gran parecido entre los efectos que deja la ira y los que provoca el acohol, tanto en quienes son poseídos por estos como en quienes reciben sus descargas.   
Hay personas que utilizan la ira como desahogo para decir lo que sienten, que con plena conciencia no tienen la valentía para hacerlo. Hay otros que la tienen como pretexto para tapar los complejos que los acompañan. Es triste ver cómo una persona poseída por la ira es capaz de ofender, maltratar, insultar y hasta denigrar, incluiso a quienes dice amar.  Todos hemos sido víctimas en algún momento de quienes encuentran en la ira el mejor recurso para darse la razón ante cualquier problema. Es ahí cuando este defecto de la conducta se encuentra de tú a tú con su homólogo: el alcohol. Ambos tienen el efecto de hacer que la persona se sincerice y que después de la resaca sienta el amargo sabor del arrepentimiento.
Víctima, como todos de este destructivo efecto, Carmen viajó a una ciudad fabulosa donde ninguno de estos dos depredadores de la paz tiene cabida. Disfrutó al máximo de la sinceridad y la humildad de quienes se aplican la cita bíblica: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Es así como tienen entre ceja y ceja que la perfección no existe y que cuando más creemos estar cerca, más nos alejamos de ese ideal. En este lugar, se vive pendiente a las virtudes que tiene cada quien. Nunca a echar mano a un error para tenerlo como un As bajo la manga para cubrirse ante el más mínimo paso en falso. El sol sale para todos y por ello atan su lengua antes de ofender a alguien, pues saben que a veces son tan fuertes sus rayos que pueden quemar hasta al que cree estar más protegido de sus embates. En esa ciudad fabulosa, Carmen observa cómo sus pobladores tienen pleno control de la ira, y se abstienen de ingerir alcohol. Saben que ambos pueden traicionarles y llevarles no solo a ofender a sus seres más queridos, sino incluso a causar daños irreversibles, como la muerte, sin exagerar. Y tampoco exagera Carmen cuando regresa a su realidad y se enfrenta a los efectos de la ira en su pareja, causándole tales traumas que ningún ser puede imaginar. Y tras la resaca: como si nada hubiese pasado, igualito que el borracho.
FUENTE: La Vida/listindiario.com 
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