viernes, 23 de mayo de 2014

COSAS DE DUENDES Remordimientos, perdón y gracias

Alicia Estévez
alicia.estevez@listindiario.com
Cuando mi hijo Javier no había cumplido aún tres meses de nacido me otorgaron una beca para estudiar medio año fuera de país. Me marché. Seis años después, él actuaba en una velada de su colegio y, debido a la carga de trabajo que tenía ese día, llegué cuando la función había terminado.
En una esquina del escenario, Javier lloraba porque yo no lo había visto. En otra ocasión, el más pequeño, Jorgito, tenía fiebre muy alta y la joven que lo cuidaba no se había enterado. Cuando llegué de la oficina, al tocarlo, lancé un grito porque estaba ardiendo.
También, Jorgito se cayó de la cuna y sufrió la fractura de una clavícula, pero nadie lo notó. Él se quejaba y yo, que lo veía por ratitos, me preguntaba qué le pasaba, hasta que se le hinchó el hombrito. Con respecto a Laura, estuvo muy enferma, entonces pensé que nunca me había sentado a jugar muñecas con ella, por falta de tiempo.
Lo que quiero decir es que soy una madre llena de remordimientos. Mis hijos representan la razón por la que me levanto para ir a trabajar y parece una contradicción, entonces, pensar que les he fallado mientras me gano la vida para sostenerlos. Pero siento remordimientos. He notado que no estoy sola. Casi cada madre que trabaja experimenta esa desolación del alma cuando se da cuenta de que no se puede hacer todo bien. En una ocasión, encontré a una conocida llorando a la entrada del colegio donde estudiaban sus hijos. Sollozando me dijo que no llegó a tiempo para un acto en el que participaron sus niñas. Nos pusimos a llorar las dos. Admitimos que quisiéramos ser infalibles. Darles a nuestros hijos madres perfectas, como las de los anuncios que hacen alusión al Día de las Madres que se celebra este domingo. Pero si cometemos solo un error al día, somos casi superdotadas.
Criar bien, en amor, disciplina y estar presentes cuando tus hijos lo necesitan, es el mayor desafío que enfrenta una madre de esta época. Sé que las anteriores a nosotras, las abuelas de hoy, también lucharon frente a sus propios retos. Hay otras, las más jovencitas, que parecen tener claro que su prioridad es ser madres. Eso me faltó a mí. Por ello quiero pedirles a mis hijos perdón. En cuanto a mi mamá, vale decirle, gracias. Y, si piensa que hizo algo mal, debe saber que ya la entiendo, que no tenga remordimientos.
FUENTE: La Vida/listindiario.com
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